El uso del muérdago es un elemento típico de estas fechas que algunos atribuyen a tradición druídica y que alcanzó su auge en la Edad Media. El árbol de Navidad comenzó a adquirir importancia en el siglo diecisiete, en Alemania, donde comenzó a engalanárselo con estrellas, esferas y luces. Luego se extendió esta costumbre a Escandinavia, Inglaterra, Francia y el resto de Europa. El diccionario Littré lo define así: “en algunos países, una rama de pino o de acebo diversamente adornada y llena de dulces y juegos para los niños, que los disfrutan felices”. Hay dos ciudades que disputan ser las primeras en montar un árbol de Navidad: Tallin –la capital de Estonia- y Riga –la capital de Latvia-.
Hay otros usos medievales documentados, como el leño de Navidad –que tenía el grosor suficiente como para mantenerse ardiendo toda la noche- y los cirios de Navidad –aparentemente empleados por primera vez por Martin Lutero, quien los puso sobre las ramas de un árbol para que brillaran como estrellas en la noche.
El tan esperado personaje encargado del reparto de juguetes a los niños, ha tenido distintos nombres según las épocas y la geografía: Santa Claus, Papá Noel y San Nicolás. En este último nombre parece estar la clave de la leyenda. San Nicolás nació en Licia –ubicado en el actual territorio de Turquía- y fue un obispo que repartió la riqueza heredada de sus padres entre pobres y enfermos, especialmente niños.
La decoración navideña de las edificaciones se remonta la época de las saturnales romanas, festividades paganas que se celebraban con sacrificios en el templo de Saturno. Allí abundaban el acebo, la hiedra y el pino. En las novelas del ciclo artúrico se habla de la costumbre de cubrir de luces los árboles para las festividades religiosas, por eso era común poner una representación de los doce más notables Caballeros de la Mesa Redonda alrededor del árbol heráldico.
En Rovaniemi, Finlandia hay una sucursal turística de Papá Noel, con una oficina de correos dedicada a responder las cartas de niños del mundo entero. En Groenlandia aseguran que Papa Noel es oriundo de allí, y es un emblema patrio mostrarlo en un trineo tirado por renos. Hay documentos ingleses del Renacimiento que aluden a renos paseados con motivo de las fiestas de Navidad. Estamos refiriéndonos a una época previa a la leyenda de Papá Noel.
El 23 de diciembre de 1951, en un auto de fe a la manera de los tiempos de la Inquisición, una figura de Papá Noel fue ahorcada y quemada públicamente en el atrio de la catedral de Dijon, en el intento de la cúpula religiosa francesa de reprimir una festividad muy antigua por considerarla pagana.
El dibujante Thomas Nast, publicó en 1863 en la revista norteamericana “Harper´s”, a un gnomo con sobrepeso entrando a una casa por una chimenea, con el nombre de Santa Claus –llamado así como traducción anglosajona de Sinterklaas, que es el nombre con que se conoce a San Nicolás en los Países Bajos. Cuenta Eduardo Galeano: “ En la Navidad de 1930, Santa Claus fue contratado por la Coca-Cola. Hasta entonces, no usaba uniforme, y por lo general prefería ropas azules o verdes. El dibujante Habdon Sundblom lo vistió con los colores de la empresa, rojo vivo con ribetes blancos, y le dio los rasgos que todos conocemos. El amigo de los niños lleva barba blanca, ríe sin parar, viaja en trineo y es tan rechoncho que no se sabe cómo se las arregla para entrar por las chimeneas del mundo, cargado de regalos y con una Coca-Cola en cada mano. Tampoco se sabe qué tiene que ver con Jesús”.
Por su parte, García Márquez decía que nadie se acuerda de Jesús en la navidad, entre tanto estruendo de cohetes, comidas y botellas, que hacen olvidar a ese niño nacido en un establo, a poca distancia de donde había nacido, mil años antes, el rey David: “Millones de cristianos creen que ese niño era Dios encarnado, pero muchos lo celebran como si en realidad no lo creyeran”.