Pobreza por encima del 40%. Inflación que supera el 142% y atrasos en rubros clave como las tarifas de los servicios públicos. Caída del poder adquisitivo y crecimiento de la informalidad con bajo desempleo.
Brecha cambiaria en 170% y dólares paralelos en cotizaciones récord desde la última híper. Déficit fiscal del 3% que solo se financia con emisión monetaria. Banco Central con reservas netas negativas en más de US$10.000 millones y pasivos que superan los $28 billones.
Esas son algunas de las claves de la herencia económica que deberá enfrentar quien asuma como presidente a partir del 10 diciembre. Son desafíos apremiantes para un país que no crece desde hace 15 años y tiene a más de 18 millones de sus habitantes por debajo de la línea de pobreza.
Superada en casi todo el mundo, la Argentina es uno de los pocos países que hoy sufre la inflación, y se encamina a alcanzar este año valores récord desde la última híper. Con el dato de octubre (8,3%), el acumulado interanual se ubica en el 142,7%, según lo informado por el Indec, en una tendencia al alza que cruza gestiones presidenciales y se aceleró en el último año de la mano de la disparada en los tipos de cambio paralelos y la expansión de la brecha cambiaria.
Más allá de los efectos de la pandemia, que todos los países experimentaron y lentamente dejan atrás, la Argentina con inflación de doble dígito desde 2007 –incluyendo la manipulación de las estadísticas oficiales-, con un escenario que abre desafíos de corto plazo.
Porque además de la inercia que arrastra el esquema actual –rezagos entre rubros, contratos y rubros indexados con ajuste automático-, las dificultades de corto plazo aparecen por las demandas para un plan de estabilización exitoso, y la distorsión de precios relativos acumulada en los últimos años. Mientras que en la gestión Fernández-Kirchner la inflación promedio acumulada es del 844% (193% con Massa como ministro), existen rubros como la ropa que acumulan subas por encima del 900% y otros, como la comunicación o los servicios públicos, cuyo ajuste fue de entre el 400% y el 600%. Es la “inflación reprimida”, en la jerga de los economistas, cuya ineludible corrección impone un piso al alza del costo de vida en el corto plazo.
La foto social de la Argentina muestra un escenario con demandas urgentes y soluciones que exigen mirar el mediano plazo. Consecuencia directa del estancamiento de la economía y el alza en el costo de vida, el deterioro de las principales variables se aceleró en el último tiempo, con un índice de pobreza que llegó al 40,1% en el primer semestre de este año.
Son 18,5 millones de personas, si se proyectan los últimos datos difundidos por el Indec, que marcaron un incremento de 3,6 puntos con respecto al mismo período del año anterior. El escenario se completa con un 9,8% de indigencia (4,3 millones de personas) y un panorama aún más dramático entre los más jóvenes: según los datos oficiales, 57% de los menores de 17 años son pobres (16% de indigencia).
Será un desafío central para la próxima gestión, que asumirá con un panorama en el que el deterioro se profundizará como consecuencia de la aceleración inflacionaria. Estimaciones privadas, como la que desarrolla la Universidad Di Tella (UTDT), la ubican subiendo y ya por encima del 42%, en valores similares a los que alcanzaba en el segundo semestre de 2020, en el peor momento de la pandemia.
Es otra de las variables que crece en silencio y llegó a niveles récord. Según datos oficiales, la deuda bruta del sector público nacional llegó a los US$419.291 millones, con un alza de US$12.680 millones (3,14%) solo en octubre.
De esta manera, en el acumulado de la gestión Fernández-Kirchner, la deuda bruta de la administración central creció en US$96.226 millones, de acuerdo con los datos oficiales del Ministerio de Economía.
Sin acceso a los mercados financieros internacionales, con un riesgo país que hoy ronda los 2500 puntos básicos, el Gobierno recurrió a la deuda emitida en pesos, pero en su mayor parte indexada por la inflación o la evolución del tipo de cambio, y el “seguro” de la intervención del BCRA que compra estos bonos en el mercado secundario.
Sin dólares en el BCRA, el calendario impone desafíos urgentes, con vencimientos de deuda en moneda extranjera que en todo 2024 suman US$18.552 millones, entre capital e intereses, según datos de Econviews.
Cepo endurecido, restricción a las importaciones, brecha cambiaria récord y atraso del tipo de cambio oficial. Ese es el escenario que muestra el sector externo de la Argentina hacia fines de 2023. El Gobierno descongeló el dólar mayorista, anclado en $350 desde la devaluación pos-PASO y retomó el crawling peg, a un ritmo inferior a la inflación. Así, el tipo de cambio real multilateral, que mide el precio relativo del peso frente a un conjunto de 12 monedas internacionales, se ubica en 85 puntos, el menor registro de la gestión Fernández-Kirchner (cuando asumió, ese número estaba en casi 124). Es decir que el dólar oficial se atrasó de forma significativa en esta gestión. Al mismo tiempo, los tipos de cambio libres reflejan el contexto de incertidumbre de corto plazo, y se ubican en máximos históricos desde la última hiperinflación. El dólar blue, que antes de las primarias llegó $1250, se mantiene en $950, con incertidumbre de cortísimo plazo y una brecha de 170% que refleja esos desequilibrios.
Es la variable que muestra la fragilidad del ente monetario. Si bien el BCRA informa una tenencia bruta de US$21.403 millones, al restarle pasivos o divisas prestadas (encajes bancarios, el swap con China, entre otros), el total neto es negativo en más de US$10.000 millones.
Además de los efectos de la brecha cambiaria, que incentiva la importación y desalienta las exportaciones y genera un drenaje de divisas al BCRA, la intervención oficial para moderar la suba de los tipos de cambio financieros y la sequía (los saldos exportables se redujeron en alrededor de US$20.000 millones) implicaron pérdida de divisas en el organismo, que debió recurrir a ampliar el swap chino o a préstamos con CAF o Qatar para cubrir vencimientos con el FMI.
Es el número clave que muestra el deterioro en el balance del BCRA. Son los pasivos remunerados, que usa el organismo para retirar el excedente de pesos, y superan los $23 billones (más del 11% del PBI). Son casi cuatro veces la base monetaria (los pesos circulando en la economía) y generan una emisión de más de $2 billones al mes por los intereses.
Es una montaña que crece al ritmo de la inflación y la emisión de pesos que el BCRA debe realizar para financiar el déficit fiscal, de manera directa o indirecta (mediante la compra de bonos del tesoro en el mercado secundario). Se trata de instrumentos en los que participan los bancos con un elemento clave: son la contracara de los plazos fijos y depósitos en pesos de ahorristas y empresas en el sistema financiero local. El gran desafío de corto plazo es cómo iniciar su desarme sin recurrir a soluciones “por las malas”, como ocurrió en el pasado, como una licuación (hiperinflación) o una reestructuración (Plan Bonex).